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Ministro de Agricultura, Sr. Jaime Campos Quiroga.
Al celebrarse el «Día del Agricultor», a nombre del Gobierno de Chile y, como su Ministro de Agricultura, saludo con mucho afecto a todos quienes trabajan en este sector y que con un sentido de desarrollo nacional diariamente contribuyen con su esfuerzo, inteligencia y capacidades, al engrandecimiento de la agricultura chilena. Asimismo, saludo de un modo muy especial a la SNA, la más antigua de las Asociaciones de Productores de Chile, que en sus 163 años de existencia ha conservado invariablemente la tradición de conmemorar este día, instaurando esta alta tribuna para hablarle al país sobre el estado y avance de la agricultura nacional.
El 6 de septiembre del año 2000, al inaugurar la EXPOAGRO 2000 y celebrar el «Día del Agricultor» correspondiente a ese año, a pocos meses de haber comenzado el Gobierno del Presidente Ricardo Lagos, manifesté en este mismo recinto que, dentro de la diversidad y heterogeneidad de la actividad silvoagropecuaria, nuestra máxima aspiración era la de construir una Política de Estado para el sector, que correspondiese a la creación común de los sectores públicos y privados y que en conjunto definiésemos el Chile agrícola que queríamos, que necesitábamos y que estábamos en condiciones de pagar, determinando los caminos que debíamos recorrer para alcanzar los objetivos fijados. Añadí que ese era el espíritu que animaba la denominada Mesa Agrícola constituida al efecto por S.E. el Presidente de la República e implementada por el Ministerio que dirijo, iniciativa sin precedentes en la historia de la agricultura nacional, puesto que estaba integrada por 3 representantes de la SNA, 3 representantes de la agricultura familiar campesina, el Presidente de la Corma, el Presidente del Consejo de Decanos de Facultades Universitarias vinculadas al agro, el Presidente del Colegio de Ingenieros Agrónomos, los Presidentes de las Comisiones de Agricultura de ambas ramas del Congreso y, el Gobierno de Chile, en la persona de 4 Ministros (Agricultura, Relaciones Exteriores, Hacienda Secretaría General de la Presidencia) y concluí formulando un llamado a los representantes de la SNA, activa protagonista de nuestras deliberaciones, a que suscribiese nuestra obra común, la que en última instancia no era más que la expresión de la recíproca y mutua confianza que nos debemos, convencido que estábamos contribuyendo a la sustentabilidad y al desarrollo del agro chileno.
Pues bien, semanas más tarde la SNA acogió nuestro llamado, suscribió el acuerdo, éste fue refrendado solemnemente por S.E. el Presidente de la República en el Palacio de la Moneda y continuamos trabajando con todos los actores convocados en la determinación de las Bases de una Política de Estado para la Agricultura Chilena. Hoy, con mucha satisfacción, podemos dar a conocer al país el resultado de nuestro esfuerzo colectivo, la «Política de Estado para la Agricultura Chilena. Período 2000 – 2010», documento prologado por el Presidente de Chile que entregamos a Uds. en este acto y que está llamado a constituirse en una suerte de carta de navegación para el sector en los años venideros.
Partimos reconociendo la importancia económica, social, cultural, estratégica y política de la agricultura nacional. Luego destacamos las complejidades que emergen de su diversidad y heterogeneidad. A continuación asumimos la existencia de un marco que condiciona nuestras propuestas y señalamos que este no es otro que el ordenamiento constitucional vigente, el modelo económico de libre mercado imperante, la realidad de nuestra caja fiscal y los acuerdos internacionales, ratificados por el Congreso Nacional, que estamos obligados a honrar. Más adelante concluimos que, dentro del modelo económico de libre mercado, la actividad silvoagropecuaria requiere de un tratamiento especial, y esa es la razón por la que somos la única actividad económica que anualmente está recibiendo más de US $ 200 Millones del Estado en instrumentos de fomento productivo; la única actividad que cuenta con instrumentos estabilizadores de precios, como lo son las Bandas; la actividad económica que se ha visto favorecida por una mayor cantidad de resoluciones de la Comisión de Distorsiones tendientes a corregir las distorsiones de los precios internacionales; y la única actividad económica que ha logrado modificar el Arancel Consolidado ante la OMC. Luego, seguir sosteniendo que la agricultura chilena no tiene un tratamiento especial en esta economía de mercado, a fuerza de no condecirse con la realidad de los hechos, es un argumento majadero que no resiste el menor análisis y que se desvirtúa plenamente con los antecedentes ya indicados. Acto seguido explicitamos los siete ejes estratégicos en que descansa nuestra Política Agrícola y que van desde medidas tendientes a generar seguridad y confianza a los productores, el desarrollo y perfeccionamiento de los mercados internos y externos, el mejoramiento de la productividad de los recursos naturales, el aumento de la competitividad, la búsqueda de una agricultura limpia y de calidad, el desarrollo forestal y una nueva visión del mundo rural, concluyendo con programas especiales para aquellos sectores que requieren de un tratamiento particular, como es el caso de la agricultura familiar campesina o pequeña agricultura y de la agricultura tradicional o sustitutiva de productos de importación. Por último, hemos incluido expresamente los acuerdos de la Mesa Agrícola en torno a los problemas coyunturales que afectaban al sector y los acuerdos alcanzados este año en la Mesa de la Agricultura Familiar Campesina, instancia que congregó a las 18 organizaciones nacionales del mundo campesino, puesto que sólo a través del análisis y comprensión de todos esos instrumentos y acuerdos, uno puede alcanzar una visión integral de la Política Agrícola del Estado de Chile.
Del modo expuesto, hoy podemos decir con certeza que Chile tiene una Política Agrícola, construida con el esfuerzo y la participación de los actores públicos y privados involucrados, que ella corresponde a una Política de Estado, y que ahora es nuestro deber implementarla. Agradezco de un modo muy especial a todos los que trabajaron en esta creación colectiva, aportando sus conocimientos y experiencias, en un plano de respeto, seriedad, realismo, franqueza y rigurosidad intelectual, y en el caso de los numerosos dirigentes y ejecutivos de la SNA que contribuyeron a este logro, permítanme que haga público mi reconocimiento a los dos Presidentes que hicieron suya esta iniciativa: don Ricardo Ariztía de Castro y don Andrés Santa Cruz López.
Señoras y Señores:
Desde el 6 de septiembre del año 2000, fecha de la celebración del pasado «Día del Agricultor», hasta el día de hoy, la agricultura chilena ha seguido contribuyendo al desarrollo de la Patria y a la felicidad de nuestro pueblo, como lo ha hecho a través de toda la historia de nuestra república.
El año 2000 crecimos a una tasa del 5,2%, después de haber tenido una tasa de crecimiento negativa el año anterior; aumentamos la superficie sembrada en un 7,5%; exportamos la cifra récord de US $ 4.957 millones, un 5,4% más que el año anterior y tuvimos una balanza comercial silvoagropecuaria con superávit en más de US $ 3.600 millones. Después de la Minería, somos la segunda actividad exportadora, llegando a más de 150 países con más de 500 productos. Desde el punto de vista del empleo, somos el primer sector generador de mano de obra directa en Chile, sobre 780.000 fuentes de trabajo, y en medio de la crisis de desempleo que desgraciadamente ha afectado a nuestro país y al mundo, la tasa de desocupación de la agricultura fue de un 5.3% promedio, valor significativamente menor a la tasa de desocupación de nuestra economía. Mientras la agricultura a nivel mundial, según cifras de la FAO, ha crecido en los últimos 10 años a una tasa promedio del 1% anual, la agricultura chilena lo ha hecho a una tasa del 3,8% en el mismo
período. También según la FAO, mientras las tasas de pobreza rural se han mantenido estables en el resto del mundo, Chile ha logrado reducirlas a la mitad en los últimos 10 años.
Hemos aumentado nuestra productividad en rubros tan sensibles como el trigo, la remolacha, la carne, la leche y el arroz, por sólo mencionar algunos, y continúa el desarrollo expansivo de las frutas, los vinos, los productos agroindustriales, las carnes blancas, las semillas y los productos forestales.
En medio de una evidente crisis o contracción económica mundial, los parámetros macroeconómicos dan cuenta de una economía chilena sana y dinámica, con una inflación muy reducida, con una deuda externa pública insignificante, con importantes reservas del Banco Central, con tasas de crecimiento muy superiores al promedio mundial, con una inversión extranjera fuerte y sostenida, con un tipo de cambio alto (equivalente, desde que asumimos el gobierno, a una salvaguardia del 25%, con todos los efectos beneficiosos que ello genera a nuestra agricultura exportadora y a la sustitutiva de productos de importación) y con una tasa de interés que es la más baja de los últimos años.
Mirado desde el punto de vista del quehacer del Gobierno y particularmente del Ministerio de Agricultura, el año 2000 intervenimos 66.000 hás. con nuestros programas de riego, un 15% más que el año anterior y este año 2001 llegaremos a las 126.000 hás. intervenidas con dichos programas, más del doble de lo logrado el año pasado. El mismo año 2000 alcanzamos la cifra récord de 230.000 hás con los programas de recuperación de suelos degradados, un 23% mas que el año anterior y, este año, al menos, repetiremos dicha cifra.
Desgraciadamente hemos tenido que enfrentar algunas emergencias sanitarias, pero, a pesar de las declaraciones agoreras y catastrofistas de algunos, todas las hemos solucionado o controlado sin daño o perjuicio alguno a los productores o exportadores nacionales. Chile sigue siendo un país libre de la mosca del Mediterráneo e independientemente de la crisis zoosanitaria que afecta al continente, seguimos siendo el único país sudamericano libre de aftosa sin vacunación, para lo cual ese año hemos debido invertir $ 1.500 millones adicionales. Del mismo modo, hemos controlado los focos de Cirex Noctilius o avispa taladradora, aparecidos en la V y X regiones.
Con un costo fiscal superior a los $ 2.400 millones y en cumplimiento de compromisos adquiridos y que respetamos, fuimos en ayuda de los 290 productores de raps, afectados por los efectos perjudiciales de un fallo adverso de la ALADI. Instituimos y creamos el Seguro Agrícola contra riesgo climático, dentro de las medidas que generan seguridad y confianza a los agricultores y esperamos que este nuevo instrumento logre consolidarse definitivamente en la idiosincrasia de nuestros agentes productivos. En el mismo orden de consideraciones, hemos enviado al Congreso Nacional el Proyecto de Ley que posibilita el establecimiento de las Bolsas de Productos Agrícolas.
Preocupados por las distorsiones de precios en los mercados internacionales, en 7 ocasiones y dado que los productores no lo han hecho oportunamente, he debido recurrir ante la Comisión de Distorsiones solicitando las investigaciones que concluyeron en aplicación de salvaguardias o derechos compensatorios para algunos productos agrícolas y sólo en un caso, los quesos, ellas no han sido decretadas. En igual sentido y en un hecho inédito dentro de la política económica imperante, logramos negociar un nuevo arancel consolidado para el azúcar ante la OMC, sin perjuicio alguno para otros sectores productivos o rubros, transformándolo ahora en ley de la república, ratificando con ello la vigencia de las Bandas de Precios y dándole sustentabilidad al sector remolachero en el mediano y en el largo plazo.
Una vez que productores e industriales lograron ponerse de acuerdo, enviamos al Congreso Nacional el proyecto de ley que modifica la ley de tipificación de la carne, iniciativa que ya está aprobada en primer trámite constitucional por el H. Senado. Asimismo, hemos consensuado con el Ministerio de Salud el nuevo reglamento sanitario que regula la actividad laboral agrícola, el nuevo Reglamento de Mataderos y, por la vía de la delegación de facultades hemos avanzado hacia el establecimiento de una agencia única en materia de sanidad pecuaria.
En el orden financiero y crediticio, reprogramamos la casi totalidad de la cartera morosa de INDAP, con un sistema que objetivamente ha sido el más beneficioso que organismo público alguno haya implementado en estos últimos 10 años. Creamos los bonos de diversificación y el bono de subsidio familiar, además de seguir prestando asistencia técnica, de fomento y crediticia a más de 90.000 usuarios. Hemos instado a la Banca Privada y particularmente al Bancoestado a que reprograme las deudas agrícolas y que creen nuevos instrumentos para el sector. El último año, por primera vez agricultura ha hecho uso de las líneas B 13 y B 11 de la CORFO, del FOGAPE, y el Bancoestado ha instalado 22 plataformas agrícolas en 22 sucursales a lo largo y a lo ancho del país y creado los créditos de enlace en materia de riego y forestal.
En el ámbito forestal, modificamos la tabla de costos de la CONAF, reajustándola sustantivamente, y el reglamento del DL 701, ampliando su sentido y alcance y haciendo más expeditos sus procedimientos, lo que ha significado aumentar la superficie forestada y reforestada en 100.000 hás. anuales, en comparación con las 40.000 hás. promedio de los últimos años. Junto con los actores del sector forestal hemos consensuado la nueva institucionalidad pública que la actividad requiere y, también, en un hecho inédito, hemos logrado ponernos de acuerdo en las Bases de la nueva legislación sobre Bosque Nativo.
Seguimos apoyando el programa de Buenas Prácticas Agrícolas, iniciativa pionera del sector frutícola que nos permite acceder a una agricultura limpia y de calidad y que hoy es una clara exigencia de los mercados, aspirando a que ejemplos como éste puedan ser imitados o replicados en otros rubros. Asimismo, contribuimos al financiamiento del programa tendiente a aumenta el consumo nacional de leche -PROMOLAC- y confiamos que en las próximas semanas o meses entre en vigencia, una vez que los productores despejen sus reservas internas.
En materia de desarrollo de nuevos mercados, constituimos un Comité Asesor de este Ministro, con la participación de 26 representantes del sector privado, que cubren todos los rubros y subsectores silvoagropecuarios, a objeto de tenerlos informados y conocer su opinión sobre el estado y avance de las negociaciones comerciales que lleva en adelante nuestro país, fundamentalmente TLC con USA, UE, Corea y Japón, a fin que nadie pueda sostener, como se ha dicho en el pasado, que el sector agrícola no es consultado o que no participa en este orden de preocupaciones. Estamos trabajando la apertura de nuestros productos lácteos y carnes rojas en Centro América y la UE, existiendo indicios más que positivos desde México, Venezuela, Bélgica, entre otros. Logramos para esta temporada el ingreso de las cerezas chilenas al exigente mercado japonés. Abrimos el mercado Chino, con sus 1.300 millones de consumidores, a nuestros productos agrícolas; suscribimos el acuerdo fitosanitario respectivo y en los próximos meses firmaremos el acuerdo zoosanitario para productos pecuarios. El 17 de diciembre, junto con una importante delegación de empresarios nacionales, incluidos el Presidente y un Vicepresidente de la SNA, viajaremos a la India, suscribiremos el acuerdo fitosanitario respectivo y abriremos ese importante mercado, con sus 1.000 millones de consumidores, a la fruta, vinos, leguminosas y productos forestales que ellos requieren.
Finalmente y aún cuando en una economía de mercado la responsabilidad de generar empleos es de competencia del sector privado, como Ministerio asumimos el compromiso que nos impusiera S.E. el Presidente de la República en el Mensaje del 21
de mayo pasado, y de los 18.000 empleos excedentarios solicitados creamos, como sector público, 20.000 nuevas fuentes de trabajo mensuales como promedio, a través del Programa de Ayuda al Desarrollo Forestal -PADEF-, administrado por la CONAF, los nuevos concursos de mantención y reparación de canales de regadío y la anticipación de los concursos de suelos degradados.
Del modo expuesto, el tiempo transcurrido desde el último «Día del Agricultor» al de hoy no ha pasado en vano. Este da cuenta del grado de avance de la agricultura nacional, de los altos niveles de competitividad y de eficiencia alcanzados y, por sobre todo, del fuerte estrechamiento de las relaciones público-privadas del sector, de los niveles de lealtad y de confianza logrados, que bien podrían constituir un ejemplo digno de ser imitado por otras actividades nacionales.
Señoras y Señores:
Todo lo anteriormente dicho no quiere decir, bajo ningún concepto, que la agricultura chilena no tenga problemas o que evidenciemos una actitud autocomplaciente frente al desarrollo del sector. Por el contrario, somos los primeros en reconocer las dificultades y deficiencias que se observan, pero es a partir de lo que juntos hemos avanzado en este año y medio y de las confianzas fraguadas, que podemos proponernos nuevos desafíos, elaborar una nueva Agenda y seguir contribuyendo al fortalecimiento de esta importante y trascendente actividad nacional.
En relación con esta nueva Agenda, creo, en primer lugar, que debemos convencernos que la actividad agrícola, además de ser una forma de vida, es una actividad económica y que como tal está regida por las leyes de la economía. Sin embargo, en el mundo de hoy, para que una actividad productiva sea sostenible en el tiempo, no basta con que sea sustentable económicamente, sino que además se requiere que lo sea social y medio ambientalmente. Son estos tres factores los que adecuadamente debemos ponderar y conciliar, procurando impedir el desbalance entre unos y otros, puesto que, de contrario, sólo lograremos impedir el crecimiento económico tan necesario, acrecentar las desigualdades y la presión en la caldera social con impredecibles consecuencias, o depredar el patrimonio que recibimos de la naturaleza, como ha acontecido muchas veces en el pasado, afectando la calidad de vida de las generaciones venideras. De ahí es que el Estado, máxima expresión del bien común o del interés social, debe tener presente todas esas variables al momento de las grandes y pequeñas decisiones y no olvidar que, en última instancia, el interés general de los 15 millones de chilenas y chilenos es nuestra mayor preocupación.
En segundo término, estimo que ha llegado el momento de replantearnos la institucionalidad pública del Ministerio de Agricultura y avanzar hacia una fórmula que realmente satisfaga las necesidades actuales del sector. La agricultura chilena ha cambiado sustancialmente en los últimos años. De una agricultura autártica, que sólo buscaba el autoabastecimiento, inserta en un modelo de Estado interventor y de Bienestar, hemos dado paso a una agricultura moderna, que forma parte de una economía abierta, que día a día compite en mercados más eficientes y exigentes, y en la que el Estado sólo cumple un rol regulador y subsidiario. Por otra parte, las necesidades de la población y de los mercados no apuntan sólo a la productividad, sino a la calidad de los productos y a las necesidades alimentarias, en términos tales que producción y alimentos no son más que las dos caras de una misma moneda, de suerte que hay que prolongar la cadena alimentaria en todo su proceso. De ahí es que, tal como ocurre en naciones más desarrolladas, Chile debe avanzar hacia la creación de un Ministerio de la Agricultura y de la Alimentación y establecer una nueva institucionalidad pública sectorial que satisfaga los requerimientos y los desafíos de los nuevos tiempos y, de ese modo, responder a las necesidades del país.
En tercer lugar, considero que no debemos cejar en nuestro empeño por combatir y erradicar todas las distorsiones que afectan al mercado agrícola internacional y que tanto daño ocasionan a economías emergentes como la nuestra, impidiéndonos competir con igualdad de oportunidades en este mundo tan complejo como lo es el de la economía globalizada actual. El grito solitario que desde el Grupo Cairns año a año emitimos, denunciando la política de subsidios a sus agricultores de parte de los países industrializados, que alcanzan la suma de US $ 1.000 Millones diarios, US $ 360.000 Millones al año, al parecer algún efecto ya está ocasionando, máxime cuando las informaciones provenientes de Qatar nos indican que se ha aceptado incluir a la agricultura en la Ronda de la OMC y que se está considerando una desgravación gradual de los aranceles y un desmantelamiento progresivo de los subsidios. Esperamos que se concreten tales acuerdos. Ellos nos obligan a estar, en los próximos años, más atentos y alertas que nunca y a seguir vigilantes los pasos que se den en tales sentidos.
En cuarto término, y siempre desde el punto de vista de las distorsiones de los mercados, tenemos que revisar nuestra institucionalidad en este orden de preocupaciones, con el objeto de agilizar y fortalecer el funcionamiento de la misma, tanto en materia de distorsiones externas o internas. Sin embargo, ello debe ir acompañado de un auténtico y sincero compromiso del sector privado en orden a hacer funcionar dicha institucionalidad y no seguir esperando, como hasta ahora, que sea el gobierno quién ponga en movimiento acciones que son de competencia de los actores privados involucrados.
En quinto lugar, considero que en varios rubros, como es el caso de la leche, la carne, el arroz, la agroindustria, la actividad forestal, entre otros, es menester avanzar hacia una alianza estratégica entre productores e industriales, a fin de darle sustentabilidad a su respectivo sector en el mediano plazo y acometer, en conjunto, los nuevos desafíos, resultando aconsejable el que puedan construir fórmulas de agricultura de contrato. No es bueno ni conveniente para el desarrollo de ningún sector el que periódicamente se enfrasquen en discusiones de precios, en acusaciones de prácticas monopólicas o monopsónicas, en circunstancias que existen procedimientos para transparentar la información y alcanzar fórmulas que satisfagan los intereses generales. Como gobierno continuaremos ayudando a productores e industriales en tal empeño.
En sexto término, estimo que industriales y productores deben tomar conciencia de la responsabilidad que implica la apertura de nuevos mercados que promueve mi Ministerio y ocupar eficientemente los nuevos espacios que se abren. Lo he dicho una y mil veces y hoy lo repito: En materia de desarrollo de mercados la agricultura avanza 4 o 5 pasos adelante del resto del país. Mientras Chile hoy está preocupado del TLC con USA y la UE, la verdad es que esos mercados son suficientemente conocidos para nosotros, como que hace varios años que los penetramos. Tales TLC nos interesan para consolidar lo que ya tenemos; para aumentar, dentro de lo posible, alguna participación; para convenir una fórmula justa de solución de controversias; pero, por sobre todo, para ponernos a cubierto de las amenazas que provienen de naciones tan proteccionistas. Luego, en materia de desarrollo de nuevos mercados agricultura está trabajando con ahínco lo que verdaderamente es novedoso, como es el caso de Asia (China, Japón, Corea, India y Vietnam), la Europa del Este próxima a incorporarse a la UE, y Centro América y el Caribe, como mercados emergentes. Sin embargo, reitero, todo ello exige un alto grado de compromiso y de responsabilidad del sector privado frente a estos nuevos desafíos, particularmente en materia de eficiencia, productividad y calidad, todo lo cual requiere de mayores inversiones. A manera de ejemplo, hoy como nunca estamos en condiciones de exportar carnes rojas, pero no contamos con ninguna planta faenadora de las mismas que cumpla con las exigencias
de la UE y México. Asimismo, mientras continúan expandiéndose nuestras exportaciones vitivinícolas, que este año superarán los US $ 600 millones, tenemos un claro déficit en materia de plantas elaboradoras de vino y en la guarda o almacenaje del mismo. A su vez, nunca en la historia de Chile habíamos tenido la oportunidad de exportar productos lácteos en volúmenes significativos; pero, para que ello acontezca, es condición sine qua non un acuerdo previo entre productores e industriales. ¡No desperdiciemos tales oportunidades, que el destino y vuestro esfuerzo nos han deparado¡ ¡El Gobierno de Chile no hace negocios, simplemente genera las condiciones para que el sector privado nacional los haga¡ ¡Ocupen, pues, los espacios y los roles que les corresponden!
En séptimo lugar, asumamos que el procurar una agricultura limpia y de calidad y que la sanidad e inocuidad de los alimentos, no sólo es una exigencia de los consumidores locales, sino que un requisito esencial para poder participar en los mercados internacionales. Estimo que el Programa de Buenas Prácticas Agrícolas, aplicado en el sector frutícola, es un ejemplo digno de imitar por los restantes rubros, como debería ser el caso de las carnes rojas y blancas, lácteos, hortalizas, agroindustria, etc. Tengan Uds. la certeza que siempre encontrarán la cooperación del Gobierno en la implementación de este tipo de iniciativas, siempre en una alianza público-privada.
En octavo término, espero que durante el año 2002 podamos concretar nuevas líneas de financiamiento para el sector y que pueda materializarse nuestra sentida aspiración de contar con una Banca Agrícola Especializada. Respecto de lo primero, la CORFO, como Banca de segundo piso, está terminando una propuesta al respecto y en cuanto a lo segundo, no sigamos ahuyentando a los inversionistas privados con discursos catastrofistas, como que la agricultura chilena agoniza o está en quiebra, ya que esas palabras se vuelven contra quién las pronuncia y siendo los Bancos administradores de riesgos, o no les prestarán o les cobrarán mayores tasas de interés.
Finalmente, sigamos avanzando en la modernización y profesionalización de la gestión silvoagropecuaria, clara exigencia de los tiempos que vivimos, en los que la eficiencia y la competitividad son esenciales para desarrollar actividades sustentables en el mediano y en el largo plazo.
Señoras y Señores:
Chile ha sido, es y será un país agrícola. Nos hemos congregado esta mañana para conmemorar el «Día del Agricultor», es decir, para celebrar a quienes desarrollan una de las actividades más nobles del ser humano, como lo es el proporcionar los alimentos que requiere nuestra existencia. Reciban Uds., los agricultores de mi país el saludo y el reconocimiento del Gobierno de Chile y la reiteración de nuestra decidida voluntad de seguir trabajando juntos por el progreso del sector y el desarrollo de la Patria toda. En el siglo XIX Chile fue conocido en el mundo por el Salitre, y en el XX por su Cobre. En los inicios del siglo XXI lo estamos siendo por nuestras frutas, por nuestro vino, por nuestra madera, por los productos de esta tierra generosa. Y cuando las dificultades nos agobien, volvamos a refugiarnos en la fuerza que emerge de la madre tierra, en espera del nuevo ciclo, seguros que cada jornada siempre tiene un nuevo amanecer.
Al menos, a ello estoy empeñado como Ministro de Agricultura.
MUCHAS GRACIAS.
Jaime Campos Quiroga
Ministro de Agricultura.