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Al mirar la evolución de las últimas décadas, es posible constatar que la agricultura chilena ha experimentado profundas transformaciones. Luego de un largo período de desarrollo hacia adentro, en que la agricultura jugaba un rol más bien secundario, desde la década de los 80 el sector ha venido consolidando una exitosa estrategia de internacionalización, en el marco de una nueva estrategia de desarrollo, que se funda en la plena apertura de la economía al exterior y en el ordenamiento de la actividad productiva, sobre la base de sus ventajas comparativas y el desarrollo de ventajas competitivas. Como resultado de estas transformaciones, paulatinamente el sector agroalimentario se ha ido constituyendo en uno de los pilares del desarrollo económico del país, y en muchos rubros ya tiene importancia internacional. Las frutas y hortalizas, el vino y las semillas, la agroindustria y el sector forestal, sin duda ya se han ganado un sitial en la oferta exportable chilena. A ello se agrega la reciente penetración de los productos lácteos y las carnes rojas en los mercados externos, abriendo con ello nuevas oportunidades para las regiones del sur.
Esta positiva evolución del sector, si bien tiene como telón de fondo las transformaciones de carácter estructural de la economía del país, es también el resultado de años de trabajo conjunto realizado por los diversos agentes del sector, tanto del ámbito público como del privado, lo que ha permitido ir configurando un recurso humano con altas capacidades profesionales, empresariales y laborales, para enfrentar los retos de la globalización. Asimismo, Chile posee importantes ventajas naturales, ya que por las características de su geografía cuenta con una gran diversidad de agroecosistemas que le permiten diversificar y diferenciar su oferta de productos. A ello se agrega que el país cuenta con un patrimonio sanitario reconocido internacionalmente, lo cual es el resultado de sus condiciones naturales de aislamiento y de la aplicación de una política eficaz en materias fito y zoosanitarias.
La agricultura chilena ya está instalada en los mercados internacionales, compitiendo con los países agrícolas más eficientes en una agricultura mundial que acelera su proceso de integración y especialización. Sin embargo, esta posición no está exenta de incertidumbres. Por un lado, los mercados mundiales están sufriendo profundas y rápidas mutaciones impulsadas por los consumidores, las cadenas de distribución, los procesos de integración comercial entre bloques y países y la competencia entre empresas agrícolas, forestales o agroindustriales. Por otro, dicha instalación es todavía incompleta, pues hay diversos rubros y miles de explotaciones que todavía no se insertan en el proceso exportador. La visualización del sector en un horizonte de diez años pone en evidencia el efecto que tendrá la finalización de los calendarios de desgravación arancelaria de los diferentes TLC suscritos por Chile: en esa época, la apertura comercial habrá alcanzado su plena expresión, vale decir, será completa: todos los rubros deberán enfrentar la competencia externa. Para sostener y ampliar lo ya alcanzado, será necesario hacer los cambios requeridos para enfrentar con éxito ese momento, consolidando un abanico de rubros productivos rentables en todo el territorio, que valoricen el potencial agrícola y forestal del país.
Para imaginar con mayor detalle dicho escenario, este libro ha buscado promover una reflexión prospectiva acerca de los principales sectores de la agricultura nacional. Ellos son: el sector frutícola, del cual se han considerado un total de 14 especies; la agroindustria hortofrutícola, donde se han incluido dos productos: el tomate industrial y las manzanas para jugo; el sector vitivinícola; el sector lechero; el sector productor de carnes (bovinos, aves, cerdos, ovinos); el sector forestal, y la industria de alimentos para salmones vinculada a insumos agrícolas. Sólo a través de este último renglón se ha analizado el futuro del trigo y otros granos, que, como se sabe, ocupan extensas superficies de cultivo en las regiones del sur. Hay aquí una primera limitación del estudio, que preferimos explicitar por adelantado. La proyección del cultivo del trigo destinado a la producción de harinas y pan fue excluida del análisis, por cuanto el escenario de los años 2003 y 2004, cuando se realizó el estudio, impedía contar con los elementos de juicio necesarios para hacer tal proyección. Ello, dados los cambios introducidos en la ley de bandas de precios a fines de 2003, la necesidad de observar el funcionamiento del nuevo sistema y el hecho de que aún no emergía con fuerza un debate estratégico en el seno de esta cadena, hecho que recién empieza a configurarse durante el año 2005.
De este modo, para cada uno de los sectores seleccionados se ha establecido una proyección de crecimiento en un horizonte de 10 años, considerando su evolución histórica y los escenarios previsibles, tanto en el mercado doméstico como en los mercados internacionales. Dependiendo de cada rubro, se incluyen además elementos de análisis relativos a aquellos factores que limitan o potencian su desarrollo, tales como tecnología, capacidad de proceso, disponibilidad de suelos, entre otros. En este contexto, el análisis avanza relevando los principales desafíos y tareas que deberán enfrentar tanto el sector público como el privado.
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