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La energía es uno de los factores productivos de mayor relevancia para el logro de los resultados proyectados en todas las actividades socioeconómicas de un país.
Nuestro país ha sido privilegiado con numerosas fuentes o tipos de energía. A lo largo de su territorio y dependiendo de su ubicación es posible que existan una o más simultáneamente: hidráulica, solar, eólica, mareomotriz (diferencia de mareas), undimotriz (movimiento de las olas), geotérmica, fósil (gas natural y petróleo) y a partir de biomasa.
Históricamente las necesidades energéticas del país han sido suplidas principalmente por petróleo crudo, gas natural, carbón, hidroelectricidad y leña. A estas fuentes se ha agregado en los últimos años la biomasa. Los hidrocarburos utilizados son mayoritariamente importados.
El Ministerio de Agricultura está abocado al desarrollo del sector y a convertir a éste en uno de los ejes principales del crecimiento económico y social del país. Concretar este objetivo significa cambiar el concepto de desarrollo exportador, desde el simple aprovechamiento de ventajas comparativas para la generación de productos con poco valor agregado (commodities agropecuarios), a la creación de ventajas competitivas cuyo aprovechamiento dé como resultado productos silvoagropecuarios de alto valor, diferenciados por atributos de calidad.
Alcanzar esta calidad significa, entre otros factores, contar con la energía necesaria, hacer un uso eficiente de ella e incorporar el ahorro energético en los procesos productivos de última generación, como elementos importantes de competitividad.
Situación internacional
En los últimos treinta años, la economía mundial ha estado sujeta a variaciones abruptas y significativas del precio del petróleo. A principios de los años 70, el precio del crudo pasó desde US$ 16 a US$ 40 por barril en un año; en 1999 tuvo un mínimo de US$ 17 por barril1 , y a fines de julio de 2008 el precio alcanzó a US$ 140 por barril.
La alta volatilidad en el precio del petróleo se ha transmitido, en parte, al precio de otros commodities como, por ejemplo, el aceite de soya en bruto de la Bolsa de Chicago, el azúcar refinado de la Bolsa de Londres y el trigo de pan en Argentina. En el período enero de 2003 a junio de 2008 el coeficiente de variación del precio del petróleo WTI2 alcanzó a 40%, superior a la variación observada en los otros tres commodities (Figura 1).
Hasta mediados de 2006 los precios de los cuatro commodities mantuvieron una relativa estabilidad, con fluctuaciones menos pronunciadas que las que se aprecian desde julio de 2006. A partir de entonces el precio del aceite en bruto de soya subió en cerca de 150%; el del trigo de pan, en más de 100%, y el del petróleo, en alrededor de 80%. El precio del azúcar fue una excepción y se mantuvo con variaciones al alza y a la baja.
El aumento observado en el precio de los alimentos está asociado al incremento del consumo en muchos países, situaciones de sequía o de inundaciones y algunas políticas específicas para el sector agrícola que han implicado cambios importantes en la estructura productiva. También ha existido un componente importante de especulación a nivel mundial.
Entre otras causas del alza en el precio de los granos y otros commodities, base de alimentos humanos y animales, se incluye la producción de biocombustibles. Los precios internacionales de los principales granos y alimentos se caracterizan por tener ciclos, con períodos altos y bajos, los cuales reflejan la evolución propia de los mercados y la estrecha relación, por un lado, entre los commodities y, por otro, con las políticas macroeconómicas y de seguridad alimentaria definidas por cada país en particular. Estas últimas serán determinantes para proveer al mundo de los alimentos suficientes en el futuro.
Sin embargo, ya sea por una necesidad de abastecimiento de energía o por presiones geopolíticas, económicas, sociales o medioambientales, es difícil identificar algún país que, siendo importador de petróleo, se haya marginado voluntariamente del desarrollo de combustibles sólidos, líquidos y gaseosos alternativos, a partir de la biomasa, utilizando procesos físico-químicos de primera y segunda generación, en la búsqueda de reducir la dependencia energética a través de la sustitución de combustibles fósiles.
El término bioenergía se refiere a la energía obtenida a partir de biomasa, que es la fracción biodegradable de los productos, desechos y residuos procedentes de la agricultura (de origen vegetal y animal), de la silvicultura y de industrias conexas, así como la fracción biodegradable de los residuos industriales y municipales (Diario Oficial de las Comunidades Europeas, Directiva 2001/77/CE del Parlamento Europeo y del Consejo).
El término biocombustibles corresponde a combustibles derivados de biomasa renovable, para su uso en motores a combustión interna o para otro tipo de generación de energía, que puedan sustituir parcial o totalmente los combustibles de origen fósil (Brasil, Ley N° 11.097, enero 2005).
Los biocombustibles líquidos son el bioetanol, producto de la fermentación de azúcar o almidón, y el biodiésel, resultado de la transesterificación de aceites vegetales.
De acuerdo al Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (Ciemat) de España, se pueden considerar como biocombustibles o biocarburantes de segunda generación aquellos que utilizan materias primas no convencionales (por ejemplo, lignocelulosa) y se obtienen a partir de procesos complejos (como el de Fischer-Tropsch).
Varios organismos multilaterales han creado instancias de apoyo, análisis y estudio para ir en ayuda de los países que han decidido incorporar las energías renovables no convencionales (ERNC) en su matriz energética.
En el marco del proyecto «Energía y desarrollo sustentable en América Latina y el Caribe», la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), en conjunto con la Organización Latinoamericana de Energía (Olade) y la Sociedad Alemana de Cooperación Técnica (GTZ), han realizado una serie de estudios de países de la región, con el objeto de examinar el aporte de las políticas energéticas a las condiciones de sustentabilidad del desarrollo. La Guía para la Formulación de Políticas Energéticas (2003) presenta los elementos básicos necesarios en los procesos de identificación y formulación de políticas energéticas, de los instrumentos necesarios y de las acciones que permitan mejorar las condiciones de viabilidad de las políticas que se formulen.
La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) ha instituido una Plataforma Internacional de Bionergía (IBEP), que brinda su experiencia y su asesoramiento tanto a los gobiernos como al sector privado para que puedan establecer políticas y estrategias bioenergéticas. Les ayuda también a cuantificar los recursos de la bioenergía y las implicaciones de su empleo en el desarrollo sostenible, según las características de cada país. La plataforma coopera igualmente en la formulación de programas nacionales de bioenergía, utilizando la
experiencia de la FAO en la promoción del desarrollo de la bioenergía en los ámbitos nacional, regional y mundial.
El uso de la biomasa para generar energía presenta algunas características positivas: permite un cierto grado de almacenamiento, es flexible y se transforma de varias maneras, de acuerdo a diferentes usos. Sin embargo, también se mencionan inconvenientes a su utilización: es un recurso disperso y heterogéneo, lo que plantea problemas técnicos y económicos de gestión; no existiría un mercado de la biomasa; su oferta es desestructurada y la logística de suministro no estaría resuelta. Además, la viabilidad de los proyectos no sólo depende de las tecnologías de transformación (gasificación, hidrólisis de celulosa), sino también de las tecnologías de acondicionamiento y preparación de la biomasa.
La mayoría de los países que han iniciado la producción de bioenergía y de biocombustibles líquidos han establecido una normativa e institucionalidad que permite, por un lado, definir los cortes o porcentajes obligatorios de uso de biocombustibles en mezclas con combustibles fósiles y, por otro, los controles de calidad que aseguren al consumidor un estándar mínimo para la comercialización.
A través de diversas legislaciones, directrices, instrumentos de fomento, subsidios y sellos sociales, los países han promovido la producción de biocombustibles líquidos como el bioetanol y el biodiésel. Leyes que establecen un consumo obligatorio o la incorporación gradual de estos combustibles en mezclas con gasolina y diésel, respectivamente, tienden a reducir la dependencia del petróleo, a lo menos en el sector transporte, y permiten que la investigación, el desarrollo y la innovación en biocombustibles se realicen bajo parámetros definidos. Grandes productores, como los Estados Unidos y Brasil, cuentan con leyes, políticas tributarias y agrícolas específicas para la producción de biocombustibles para el mercado interno y principalmente para la exportación.
En la Tabla 1 se incluyen las metas de incorporación de biocombustibles en mezclas con combustibles fósiles en diversos países.
Es indiscutible la estrecha relación que tienen el reemplazo de un cierto porcentaje de combustibles fósiles por biocombustibles y la reducción de los gases de efecto invernadero (GEI) a largo plazo, tanto en regiones como en países específicos, y su efecto sobre el cambio climático. En la figura 2 se incluyen las estimaciones hechas por el Ciemat sobre las emisiones de CO2 hasta el año 2030 en la Unión Europea. La incorporación de biocombustibles en el sector transporte a partir de 2000, reduciría en cerca de un 20% las emisiones de CO2 a la atmósfera en el año 2030.
De acuerdo a las estimaciones realizadas en enero de 2008 por el Instituto de Investigaciones en Políticas Alimentarias y Agrícolas (Fapri, por su sigla en inglés), de las universidades de Iowa y Missouri-Columbia, en EE.UU., el comercio mundial de los biocombustibles líquidos, etanol y biodiésel, alcanzaría en 2017 a 4.217 millones de galones, tres veces más que lo estimado para 2008.
El comercio mundial neto de etanol alcanzaría a 3.600 millones de galones en 2017 (11 millones de toneladas), y sería un 203% superior al estimado para 2008. Brasil figura como un importante productor y casi único exportador de etanol, mientras que EE.UU., la Unión Europea, Japón y Canadá serían los mayores importadores.
Las proyecciones para biodiésel indican un leve aumento de 8% para el período, desde 557 millones de galones en 2008 a 602 millones en 2017 (1,9 millones de toneladas). El principal exportador sería Argentina, seguida por EE.UU. e Indonesia. Las importaciones de la UE representarían cerca del 71% del comercio mundial de biodiésel en 2017.
Las predicciones de precios efectuadas por el Fapri, bajo las condiciones de mercado de enero de 2008, indican que al año 2017, mientras el precio del trigo se mantendría en cerca de US$ 260/ton, los precios de petróleo, bioetanol y biodiésel alcanzarían a US$ 67/barril, US$ 497/ton y US$ 1.800/ton, respectivamente (figura 3).
La utilización de tierras agrícolas para la producción de cultivos que pueden ser usados en la alimentación humana o animal, pero que se destinan a integrar mezclas combustibles, ha provocado innumerables discusiones en foros internacionales. El alza de los precios de estos commodities ha sido atribuida en parte a su destino a la producción de biocombustibles. En este contexto, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OECD), estimó que la medida más urgente para frenar el alza de los precios de las materias primas agrícolas es una reducción drástica de los subsidios a los biocombustibles. Se argumenta que su desarrollo origina un tercio del alza de los precios agrícolas, especialmente de los cereales, los cuales podrían permanecer elevados al menos diez años.
En relación a esta disyuntiva, Odepa ha publicado recientemente un análisis del comportamiento de los precios de los principales commodities agrícolas, en el cual se demostró la importancia del incremento del consumo y la relación stock final/consumo en el precio final de estos productos.
La búsqueda constante de nuevas tecnologías en los centros de investigación, universidades e industrias extractoras y procesadoras, permitirá la adopción de nuevos métodos para producir biocombustibles de segunda generación a un menor costo. Bajo las condiciones de mercado analizadas por Ciemat, con posterioridad a 2010 sería posible reducir la brecha de precio del etanol de celulosa en relación con el etanol de maíz y la gasolina, como se observa en la tabla 2.
En la cumbre de FAO, realizada en Roma en junio de este año, las Naciones Unidas solicitaron una mayor investigación en materia de biocombustibles, para delimitar las ventajas y desventajas que significa su producción a nivel mundial.
Las políticas medioambientales de los países de la Unión Europea han influido para que algunos países como Alemania, el Reino Unido y Polonia propongan mecanismos nuevos para alcanzar las metas de uso de energías renovables. Italia propicia un nuevo método de cálculo de los potenciales de energía renovable, como asimismo una reducción de la meta de 10% de uso de biocombustibles.
En Suecia, donde las importaciones de etanol brasileño se duplicarían en 2008 (alrededor de 200 millones de litros), debido al incremento de automóviles que usan E85, una mezcla de gasolina-etanol que tiene un 85% de biocombustible, está en estudio una propuesta de ley que prohíba el uso de combustibles fósiles sin mezcla para el año 2015.
En España, en junio de 2008 se aprobaron los porcentajes de obligatoriedad de mezclas de biocombustibles, que serán de 1,9% en 2008 (indicativo); de 3,4% en 2009 y de 5,83% en 2010, los que serían obligatorios.
Nuevas empresas bioenergéticas se desarrollarán en torno a la producción láctea en Pensilvania, Texas y Wisconsin, Estados Unidos; en Leppersdorf, Alemania, y en Irlanda. Es interesante destacar el desarrollo de biogás a partir de la utilización del estiércol y sueros de leche, subproductos de lecherías, como materias primas de un biodigestor anaeróbico. Éste puede ser usado para producir vapor de agua y electricidad. Además, el suero, a través de un proceso de fermentación, también puede ser transformado en bioetanol.
La búsqueda de especies vegetales que no compitan con la producción de alime
ntos ha permitido el desarrollo de convenios entre algunos países para proyectos de cultivar Jatropha curcas (Indonesia, Mozambique, Argentina, México, Perú), Aloe vera (India) y algas (Israel, Costa Rica, Holanda), orientados a la producción de biodiésel.
Recientemente fue presentado en Argentina un proyecto de ley que promueve el cultivo de microalgas para biocombustibles, fomentando la investigación, generación y producción tanto de la materia prima como de la tecnología que permitan identificar las especies de microalgas que mejor se adapten a las diferentes regiones de la provincia de Buenos Aires. Otro proyecto de ley tiende a promover el cultivo de cártamo en áreas de secano y bajo riego de Río Negro, lo que incrementaría las actuales 60.000 hectáreas sembradas en el norte del país.
También en Argentina, se inició un proyecto en convenio con capitales suizo-británicos, con el objetivo de plantar en 10 años unas 36.000 ha de tártago (ricino) en Misiones y Corrientes. La Cooperativa Agrícola de Misiones entregaría las semillas y la asistencia técnica a los productores y la Global Agricultural Resources (GAR), compañía internacional que produce biocombustibles derivados de aceites vegetales no comestibles, compraría el aceite por unos 20 años. Por otro lado, en convenio con un instituto de investigación de la India, comenzaría la investigación para la introducción de Jatropha curcas, reflejando la tendencia mundial de obtención de biodiésel a partir de aceites no comestibles y producidos sobre la base de especies susceptibles de cultivarse en suelos marginales.
En relación a los costos de producción del etanol, en Brasil, principal productor de etanol de caña de azúcar en América Latina, éstos están por debajo de la gasolina, como consecuencia de la escala de producción y las inversiones en investigación realizadas, lo que ha permitido mejorar la productividad agrícola e industrial. Para la producción de biodiésel, se están aplicando algunas políticas públicas de apoyo a la producción en el sector rural, como el «Sello Combustible Social», que permite a las empresas procesadoras la compra de materia prima originada en predios de pequeños productores, generando empleo y renta para ellos.
En Colombia, se promueve la producción sostenible de biocombustibles, a partir de caña de azúcar y palma, aprovechando las oportunidades de desarrollo económico y social de los mercados emergentes. Se consideran Sellos Ambientales, Sociales, de Eficiencia Agrícola, de Seguridad Alimentaria y de Transparencia. Se destaca el aporte de la investigación.
En mayo de 2008 se realizó en Santo Domingo, República Dominicana, el III Seminario Latinoamericano y del Caribe de Biocombustibles, organizado conjuntamente por la Organización Latinoamericana de Energía (Olade), el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), la FAO y la Comisión Nacional de Energía de República Dominicana (CNE). Respetando uno de los principios básicos de Olade: «Contribuir a la integración, al desarrollo sostenible y la seguridad energética de la región, asesorando e impulsando la cooperación y la coordinación entre sus Países Miembros», en la ceremonia de apertura se firmó un Memorando de Entendimiento entre Olade y el IICA para desarrollar en forma conjunta el Programa Regional de Biocombustibles. Las principales conclusiones del seminario fueron :
- En América Latina y el Caribe no existe conflicto entre los cultivos bioenergéticos y la seguridad alimentaria, pues los países que producen biocombustibles cuentan con suficiente tierra dedicada a la producción de alimentos y las áreas destinadas a la producción agrícola para uso energético son limitadas. Brasil, primer productor regional de biocombustibles, utiliza para este fin el 0,7% de sus áreas cultivables.
- El problema alimentario en América Latina y el Caribe está relacionado principalmente con el acceso a los alimentos y no con la producción de biocombustibles. No obstante, este problema, existente desde hace unos treinta años, se ha acentuado por el cambio climático y el aumento de los precios del petróleo.
- La tendencia alcista de los precios de los alimentos tendría las mismas causas, incluyendo el incremento de la demanda, generada por economías en desarrollo como China e India y por la fuerte demanda en países desarrollados de ciertos productos como el maíz para producir etanol.
Recientemente, a fines de julio, en Quito, Ecuador, representantes de la Unión Europea (UE), el Banco Mundial (BM), la Comisión de Integración Energética Regional (CIER), la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (Onudi), el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), la Agencia Alemana de Cooperación Técnica (GTZ), se reunieron en la sede de Olade, con el objetivo de unificar esfuerzos a nivel interinstitucional para contribuir al fortalecimiento del sector energético de América Latina y el Caribe. Los representantes del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) se comprometieron a trabajar en una agenda de enfoque temático, que permita identificar áreas de acción en las que Olade y los diversos organismos internacionales puedan trabajar en conjunto. Además, se acordó identificar las complementariedades a nivel interinstitucional, a fin de coordinar acciones de cooperación y apoyo mutuo, analizar objetivos y temas comunes prioritarios, proponer mecanismos de trabajo interinstitucional y aprovechar la instancia de coordinación para analizar el tema de integración energética como constructora del desarrollo sostenible. (www.olade.org).
Situación nacional
Las alternativas de suplir la demanda de energía de Chile estarían dadas por la posibilidad de importarla en su totalidad; importar una fracción y producir el resto en el país, o producir toda la energía con fuentes o materias primas nacionales.
Chile tiene una alta dependencia de fuentes de energía no renovables: el 72% de la energía que el país consume se importa; el 98% del petróleo utilizado es importado, y no existe certeza del comportamiento futuro de algunas fuentes de suministro energético (recientemente se informó el alza de los impuestos a las exportaciones de gas natural argentino a Chile, retroactivo desde la segunda quincena de junio).
En el mercado internacional se ha puesto énfasis en la menor o mayor disponibilidad del petróleo en el largo plazo y en la disyuntiva entre esta disponibilidad y la producción de biocombustibles líquidos, bioetanol y biodiésel, para reemplazarlo a partir de cultivos que pueden ser destinados a la alimentación humana y animal.
En Chile, la situación ha sido un tanto diferente. Se ha evolucionado desde una percepción de posibilidades limitadas en torno a la utilización de la biomasa para producir energía, a un creciente interés en evaluar las alternativas regionales y particulares para producirla. Esto constituye una oportunidad para el sector agrícola: convertirse en proveedor eficiente de diversas materias primas o biomasa, fuente de bioenergía.
No obstante que numerosas empresas del sector forestal ya estaban produciendo vapor, gas o electricidad con los desechos forestales de sus explotaciones, y la investigación en biocombustibles líquidos se desarrollaba en numerosas universidades del país, el tema de la bioenergía y los biocombustibles en el país sólo fue realmente relevado a mediados de 2006. Un hito importante para ello fue el Seminario Internacional de Agroenergía y Biocombustibles efectuado en la Sede Regional de la FAO en Santiago, en julio de 2006.
Un 16% de la matriz energética de Chile en 2006 fue abastecida con energía producida por la biomasa disponible en el país, según cifras entregadas por la Comisión Nacional de Energía (figura 4).
A nivel regional, las necesidades energéticas varían tanto en cantidad como en el tipo de energía necesaria para desempeñar las actividades productivas y satisfacer las necesidades básicas de sus habitantes. Hay regiones con poca población, pero con una importante actividad industrial, que necesariamente demandan más energía que otras. En el sur de Chile la demanda de calefacción en los hogares es más pronunciada en relación con la demanda de combustibles líquidos para el transporte. Tomando el país en su conjunto, se estima que entre 25% y 30% de la energía destinada a calefacción y calentamiento de agua podría ser proporcionada por la energía solar.
Chile dispone de una superficie reducida para el uso agrícola; no obstante, el sector ha sido capaz de desarrollar importantes actividades productivas de calidad. Ellas demandan distintos tipos de energía y a su vez producen cantidades importantes de residuos a nivel agrícola y agroindustrial que son susceptibles de ser procesados y transformados en energía.
De acuerdo a las últimas cifras entregadas por el VII Censo Nacional Agropecuario y Forestal, existirían en el país cerca de 4,4 millones de hectáreas plantadas o sembradas con diversos rubros productivos del sector silvoagrícola (tabla 3).
En el sector pecuario, en 2007 existían 10,5 millones de cabezas (sin considerar a las aves), un 11% más que las existencias de 1997.
Independientemente de si algunos rubros silvoagropecuarios aumentaron o disminuyeron su participación en el total, si se observa o no un cambio en la estructura productiva, tanto a nivel comunal como regional, o si estas cifras son superiores o inferiores a las del censo de 1997, no hay duda de que, en términos de bioenergía y biocombustibles, ellas significan, por un lado, demanda de energía para la actividad productiva y, por otro, miles de toneladas de energía potencial renovable no convencional (ERNC) en forma de biomasa disponible en el país, como productos primarios, agroindustriales, desechos o residuos agrícolas y agroindustriales.
Como bien se señala en el documento «Contribución de la Política Agraria para el Desarrollo de los Biocombustibles en Chile», la principal limitación para la producción de biocombustibles que enfrenta el país es la escasez relativa de terrenos agrícolas cultivables. Sin embargo, esta limitante se convierte en un desafío a futuro para el sector agrícola y forestal. Nuevas tecnologías productivas y eficiencia en el uso de insumos, como asimismo la utilización de diversas fuentes de biomasa, podrían contribuir a la generación de distintos biocombustibles. En la actualidad hay numerosos residuos que no están siendo utilizados como fuentes de materia prima para la elaboración de biocombustibles. En algunos casos ello podría dar origen a nuevos negocios, generando empleos y creando actividades conexas y polos de crecimiento a nivel regional.
Desde el punto de vista del sector silvoagropecuario nacional, la producción de biomasa, excluyendo la destinada a la alimentación humana y animal, puede ser utilizada en la producción de biocombustibles sólidos, líquidos y gaseosos de primera y de segunda generación. Según la Ley N° 20.257 (D.O. 01.04.2008), un medio de generación renovable no convencional sería aquél cuya fuente de energía primaria es la biomasa, materia orgánica biodegradable que puede ser usada directamente como combustible o convertida en otros combustibles líquidos, sólidos o gaseosos.
Existen entonces diversas materias primas potenciales para producirlos:
-
- Biocombustibles sólidos: leña, pellets, briquetas
- Desechos de la industria forestal
- Desechos de la industria del mueble y de la madera
- Cultivos dendroenergéticos
- Biocombustibles líquidos: etanol, metanol, biodiésel
- Etanol:
- Cereales: maíz, trigo, avena, cebada
- Papa
- Remolacha
- Nabo forrajero
- Biomasa forestal y sus subproductos
- Residuos lignocelulósicos de cosechas y de agroindustrias
- Suero de leche
- Biodiésel:
- Aceites de oleaginosas: cártamo, linaza, maravilla, raps, ricino, jojoba, jatropha;
- de algas y otras especies
- Aceites reciclados
- Grasa animal
- Biocombustible gaseoso: biogás (metano)
- Purines de la actividad ganadera, porcina y avícola
- Suero de leche
- Desechos de mataderos
- Residuos agrícolas, mercados mayoristas
- Residuos agroindustriales y vitivinícolas
- Residuos urbanos residenciales e industriales
- Plantas de tratamiento de aguas servidas y vertederos
- Residuos lignocelulósicos
- Biocombustibles sólidos: leña, pellets, briquetas
Con un alto componente regional, entre otras fuentes de biomasa, los cultivos anuales, las plantaciones forestales, el uso sustentable del bosque nativo, la explotación de algas y la utilización de residuos agrícolas y agroindustriales, amplían el horizonte del sector agrícola para constituirse en un abastecedor a largo plazo seguro, confiable y sostenible de materias primas para la elaboración de distintos biocombustibles.
Proyectos desarrollados
En la actualidad existe un mercado reducido, aunque no poco importante, de biocombustibles sólidos y gaseosos que permiten generar vapor, gas y electricidad para la actividad industrial de numerosas industrias y cuyo remanente se incorpora a la red de distribución eléctrica nacional.
La producción de pellets para generar calor usa los desechos de la industria agrícola, forestal y maderera. Actualmente se están evaluando plantaciones dendroenergéticas y el uso de residuos provenientes del manejo sustentable del bosque nativo y de plantaciones forestales, para la producción de pellets y biocombustibles líquidos, bioetanol y biodiésel, de segunda generación.
Respecto del bioetanol, aún no se produce en Chile, y se encuentra en etapa de inicio un proyecto para elaborarlo a partir de nabo forrajero en Aysén, como un proyecto integrado ganadero-energético. En la Región del Libertador Bernardo O§Higgins, se está evaluando producirlo a partir de maíz, en predios de pequeños productores, con una superficie acotada.
En la fabricación de biodiésel, existen a lo menos tres empresas que iniciaron experiencias piloto: dos en Santiago, utilizando aceites vegetales reciclados de consumo humano y grasas animales, subproducto de la industria cárnica, y otra en Gorbea, Región de la Araucanía, sobre la base de aceite de raps canola, en etapa de planta piloto.
Se evalúa la introducción de nuevos cultivos anuales y perennes que sirvan como fuentes de materias primas para producir biocombustibles. A lo menos tres proyectos están estudiando la posibilidad de producir Jatropha curcas (especie arbustiva perenne oleaginosa), como cultivo energético renovable para la producción de biodiésel (Universidad de Tarapacá, Universidad de Chile-FIA e INIA-Corfo, en la Región de Coquimbo). Estos proyectos contemplan la plantación de Jatropha curcas en suelos marginales en el norte del país, que no están destinados a la producción de alimentos. El uso de estos suelos presenta algunas ventajas, entre las que es posible mencionar que se incorporan a la estructura productiva regional nuevas alternativas productivas; se optimiza la utilización de los insumos productivos y de los recursos agua y suelo para obtener por unidad de superficie el mayor rendimiento de materia prima a un menor costo de producción; se amplían las al
ternativas de ingreso a los productores agrícolas y se crean polos de desarrollo regionales.
En el norte, además, se evalúa la producción de biodiésel a partir de microalgas, producidas en estanques o infraestructura especialmente diseñada para estos fines, en terrenos también marginales, sin uso actual.
Los proyectos de vapor, biogás y electricidad que se encuentran operando están relacionados con los residu